segunda-feira, 30 de agosto de 2010

A La espera de un Eclipse

Cinco de la mañana, oscuridad total, El viento frío cortando la piel como una navaja, luna llena escondida por las nubes de altitud, el único sonido oído es el sonido helado del viento en contacto con algo que aún no vi.


Despierto estoy, pronto para ver un mundo nuevo revelarse, poco a poco empiezan a surgir las primeras señales de buen día de un sol aún perezoso, las nubes van disipándose, montañas rocosas van surgiendo, por fin las siluetas del imponente espinazo empiezan a revelarse, el sol ya empieza a abrir sus ojos y el horizonte sonríe con su presencia, árboles que estaban escondidos por la oscuridad ya se hacen visibles, animales comienzan a responder al deseo de buen día con cantos todavía tímidos, que de a poco comienzan a resonar por el valle cada vez más claro.

Yo, que llegué a este lugar también sombrío y frío empiezo a iluminarme, sintiendo que el ambiente me domina mientras yo también lo domino, las revelaciones a cada instante son extremadamente bellas, mi confusión se va disipando junto con la neblina calentada por el calor del nuevo día.

Ocurre entonces un momento de transición en que la noche empieza a convertirse en día, puedo ver algunas estrellas brillando en conjunto con los primeros rayos del sol, la Luna está en el horizonte opuesto al gran astro, en este momento la impresión es de que los dos están mirándose como dos apasionados e indagándose cuando estarán juntos nuevamente como si fueran dos amantes que hace mucho tiempo no se encuentran, el amor del Sol por la Luna hace con que su brillo y calor aumenten, sus rayos parecen querer buscarla, la Luna lo mira con firmeza, y dice que lo esperará hasta el próximo eclipse, para que sus cuerpos se unan en el cielo azul, mismo que sea por un corto espacio de tiempo, y el Sol sonríe esperanzado y dice que continuará iluminando el ambiente con todo su calor para que la noche de ella lleve un poco de la presencia de él.



La Luna se va y el Sol vuelve a sentirse solo en el medio de aquel paraíso, él ve cascadas, bellos lagos y flores, montañas rocosas y animales despertando, pero nada de eso lo fascina, él solamente piensa donde podría su amada estar en aquel momento y alégrase al recordar su último mirar y piensa:

¡Sí, nosotros vamos a reencontrarnos!

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